Un 17 de agosto pero de 1896, murió quien se considera la primera persona atropellada por un automóvil de la que se tiene registro. Se trata de Bridget Driscoll, una mujer londinense de 44 años de edad.
Ubicándonos en el Londres de la época victoriana a finales del siglo XIX, donde no existían automóviles, sus calles eran otras y tenían una función social más grande que sólo ser espacio para moverse de un punto a otro. Existían vehículos, principalmente propulsados por caballos, sin embargo los peatones eran los reyes de la calle, como siempre había sido desde que Londres se fundó hace unos 2 mil años.
Entonces tenemos una ciudad que por alrededor de 1900 años tenía al peatón como la referencia de escala en sus calles. Había vehículos, pero la calle no era sólo ni principalmente para ellos. La calle era para caminar, comerciar, jugar o simplemente conversar. Era el espacio de interacción social por excelencia. En Londres del siglo XIX, no existían ideas como «cruzar por la esquina» (de hecho a la fecha sigue sin estar contemplado en los reglamentos viales del Reino Unido). La gente cruzaba (y aun cruza) por donde es energéticamente más eficiente.
Claro que la aleatoriedad con la que peatones pueden cruzar una calle entró en conflicto primero con los carruajes y sobre todo la llegada de los motores. Es por eso que las autoridades respondieron con las Leyes de Locomoción, la primera publicada en 1861, luego 1865 y enmendada en 1878. Las Leyes de Locomoción establecían la creación del registro de vehículos, así como protocolos operativos obligatorios y límites de velocidad estrictos, así como límites de acceso a ciertos espacios a partir del peso del vehículo. La de 1865 establecía como límite para todos los vehículos, incluyendo locomotoras y automóviles, un máximo de 6 km/h en el campo y 3 km/h dentro de la ciudad. Además, esta ley exigía que los vehículos tenían que tener una tripulación de 3 personas: conductor, fogonero y abanderado. La función del abanderado era caminar frente al vehículo con una bandera roja para despejar el camino.
La sociedad había identificado que el problema era la velocidad, y que teniendo un control estricto sobre la misma se podría hacer frente al riesgo que la velocidad implicaba. Hubo incluso quienes decían, como el periodista automotriz Leonard John Kensell Setright, que esta legislación se trataba de un esfuerzo hecho para favorecer a la industria ferroviaria. Y sin duda lo hizo por un tiempo, hasta el año de 1896. Semanas antes de que Bridget Driscoll fuera atropellada, se publicó la Locomotives on Highways Act, conocida también como Ley de Emancipación, exentaba a los automóviles menores de 3 toneladas de las otras regulaciones y elevaba el límite para ellos de 3 km/h hasta 22 km/h.
Es así como una tarde de 1896 en Dolphin Terrace a las afueras del Palacio de Cristal de Londres Bridget muere atropellada frente a su hija adolescente y una amiga, a manos de Arthur Edsall, quien conducía un carruaje Anglo-Francés de exhibición, patentado en 1886 por Karl Benz. El jurado emitió un veredicto de «muerte accidental», después de una investigación que duró unas seis horas. El médico forense, Percy Morrison, dijo que espera que «tal cosa no vuelva a ocurrir.»
Es por la muerte de Briget Driscoll que el 17 de agosto se considera el Día del Peatón, como una fecha para conmemorar a quienes han muerto atropellados y como un espacio de reflexión sobre las calles que necesitamos para que nadie muera en hechos de tránsito.
